En algunos ámbitos del marketing financiero se emplean indistintamente los términos crédito y préstamo para dar variedad al contenido de los textos y como palabras claves en el punto de mira de redactores y publicistas. Pero la realidad es que aluden a productos financieros distintos; considerarlas sinónimas puede acarrear algunas confusiones importantes a los usuarios, por lo aquí nos proponemos clarificar el asunto.
Las líneas de créditos y los préstamos son productos que permiten al usuario conseguir financiación, pero presentan diferencias que deben ser tenidas en cuenta cuando llega el momento de elegir entre un producto y el otro. La diferencia principal entre ellas es la recepción del dinero, que en el caso del préstamo es al principio mientras que la línea de crédito puede solicitarse según disponga el cliente.
Vamos a desglosar las características definitorias de cada uno de los dos productos, para tener clara la diferencia entre préstamo y crédito. De esta manera quedarán claras sus principales rasgos.
Cuando hablamos de préstamo aludimos a una operación financiera en la que una entidad, generalmente bancaria entrega como prestamista una determinada cantidad fija de dinero a otra entidad o persona, que pasa a ser el prestatario. La condición de este acuerdo es que el beneficiario devuelva la cantidad acordada más los intereses generados en un plazo determinado, esta amortización se realiza de manera fraccionada, mediante cuotas prefijadas y de carácter regular.
El crédito comparte con el préstamo su condición de “cantidad prestada”, pero a diferencia del anterior, se trata de una cantidad “virtual” de dinero con un límite fijado que la entidad pone a disposición del cliente. Es decir, el cliente no dispone de toda la cantidad de golpe, por el contrario podrá extraer esta cantidad de manera parcial a través de una tarjeta o una cuenta bancaria. Con respecto a los intereses, estos se generan en función de la cantidad retirada con respecto al importe total.
La temporalidad también es diferente, ya que aunque en el crédito también se acuerda una devolución en un plazo, a finalizar este, se renueva automáticamente. Además, conforme se va utilizando, se sigue disponiendo del resto del importe acumulado en la cuenta o tarjeta.
Tradicionalmente, este producto financiero ha sido utilizado por las empresas para sufragar periodos de falta de liquidez o determinadas actuaciones empresariales; por el contrario, los préstamos se han convertido en la forma habitual en la que particulares accedían a la adquisición de determinados bienes, como viajes, coches o viviendas.
El uso de un servicio u otro realmente depende de las necesidades. No es que uno sea más conveniente que otro, son productos completamente diferentes. Los préstamos suelen usarse para inversiones mayores ya planificadas y con una devolución a largo plazo, generalmente en forma de cuotas regulares a las que se le suman los intereses, por lo que es conveniente asumir el riesgo de que durante el plazo estipulado deberemos contar con la liquidez suficiente para ir pagando las debidas cuotas. Los créditos suelen tener intereses más elevados que los de los préstamos ya que contar con la posibilidad de poder disponer puntualmente de un dinero sin previa planificación es un servicio más costoso, pero útil y necesario para momentos concretos de falta de liquidez.